En medio de una árida planicie costera de nuestro país, se encuentra la máxima expresión cultural de la civilización Nazca, son los geoglifos ubicados en las Pampas de Jumana, trazadas en el suelo entre los años 500 a.C. y 500 d.C., cuya función ritual habría estado vinculada a la astronomía.
Son las Líneas de Nazca, ubicadas en la región de Ica, al sur de la capital limeña, es un lugar único y lleno de misticismo, con trazos de espectacular perfección, sobre las cuales se establecieron diversas teorías científicas, incluyendo aquellas relacionadas con seres extraterrestres.
Estos geoglifos representan criaturas vivas, figuras geométricas, seres fantásticos y vegetales estilizados, todas ellos de gran tamaño hasta varios kilómetros de longitud, no visto en otra parte del planeta.
Entre las figuras destacan: peces, picaflor, reptiles, monos, arañas, el guanay con 280 metros, el pelícano con 285 metros y hasta se observa la enigmática figura llamada El Extraterrestre.
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El terreno sobre la cual fueron elaboradas estas líneas, es un desierto cubierto de una tierra rojiza, que a través de los años se ha mantenido intacto por la ausencia de vientos fuertes que provocan la erosión.
En la actualidad el gobierno peruano está tomando acciones de urgencia para proteger la integridad de este Patrimonio de la Humanidad, tras las recientes manifestaciones de activistas que afectaron seriamente los terrenos próximos a una de las figuras emblemáticas.
Debajo de este terreno hay un suelo amarillo claro, lo que permitió a los Nazcas dibujar sus figuras con tan solo retirar esta pátina roja que solo tiene pocos centímetros de espesor. El resultado es un resaltante efecto de líneas claras sobre un fondo negruzco.
En cuanto a la elaboración de las figuras a escala, no resultó ningún problema para los antiguos habitantes de Ica, pues ya se conocía el método de cuadriculación en sus textiles y los alineamientos en construcciones de templos y canales.
El científico alemán Paul Kosok, estudió por primera vez estas líneas, denominándolas “el libro de astronomía más grande del mundo” junto a los arqueólogos peruanos Julio C. Tello y T. Mejía Xesspe.
Su principal investigadora fue la matemática alemana Maria Reiche, una estudiosa que dedicó más de 40 años de su vida a estas gigantescas líneas, señalando que era un calendario astronómico, mientas que otros científicos indicaron que son senderos rituales o un “mapa hidráulico” del valle.
Hoy en día estos geoglifos, declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, pueden ser vistos en toda su magnitud desde el aire con el sobrevuelo de avionetas.
